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Hands Folded in Prayer

Tomarse Este Verano el Tiempo para Orar

July 16, 2024

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En el mes de mayo, mi ministerio en las redes Word on Fire planteó un desafío: rezar 50.000 Rosarios en nombre de aquellos que se han alejado de la Iglesia. La invitación se envió a todo el mundo, y la respuesta fue fantástica. Se rezaron más de 90.000 Rosarios. Para el mes de julio, Word on Fire pidió que se recen 10.000 Horas Santas por el éxito del Avivamiento Eucarístico Nacional. Mientras escribo estas palabras —habiendo transcurrido ya alrededor de un tercio del mes de julio— se han ofrecido 5.000.

La Hora Santa es una práctica que se asocia mucho con el gran Arzobispo Fulton Sheen. Al cerrar cada charla que Sheen daba a los sacerdotes, desafiaba a sus hermanos a destinar, cada día, una hora de oración ininterrumpida en la presencia del Santísimo Sacramento. Aunque cuando mi generación estaba en el seminario no se subrayaba la Hora Santa, ha sido abrazada con entusiasmo por la presente generación de seminaristas y jóvenes sacerdotes —y, a través de ellos, ha comenzado a tener un efecto poderoso en toda la Iglesia.  En tres diócesis muy diferentes —Chicago, Los Ángeles y ahora Winona-Rochester— he visto parroquias totalmente revolucionadas por la práctica sostenida de la Adoración del Santísimo Sacramento.

Algunos han criticado las campañas de Word on Fire: ¿Realmente piensan que Dios será persuadido por un simple número de oraciones y Rosarios que se ofrezcan? Bueno, eso es no comprender la idea. El propósito de la campaña no es influir sobre Dios sino incentivar a la gente a rezar, a elevar sus mentes y corazones a Dios. Y esto, como he estado sosteniendo por años, es de importancia primordial en la actualidad, en que un secularismo que mata el alma ha atrapado a tanta gente en Occidente, especialmente los jóvenes. Estos días más tranquilos de verano facilitan una gran oportunidad para orar, para descansar en el Señor, para considerar cosas más elevadas y profundas.    

He visto parroquias totalmente revolucionadas por la práctica sostenida de la Adoración del Santísimo Sacramento.

He hecho referencia a dos prácticas de oración, pero ¿podría recomendar algunas más, especialmente si han estado alejados de la oración por un tiempo? Primero, recen con las Escrituras, usando lo que la tradición espiritual llama lectio divina. No existe ningún otro texto tan central, más sagrado y más inspirado que la Biblia misma. En la primera carta a Timoteo, San Pablo se refiere a la Biblia como theopneustos, literalmente, “Insuflada por Dios”. Alude a que el Espíritu Santo (un término que significa “Aliento Divino”) sopla sus palabras, sus imágenes, sus narrativas. Por lo tanto, si quieren ponerse en contacto con ese Espíritu, abran la Biblia. Pero abórdenla, no ocasionalmente, sino de un modo espiritualmente disciplinado. La Lectio divina (lectura divina) es un método de cuatro pasos. Primero, lees un pasaje de las escrituras, lentamente y con suma atención. A esto se le llama “lectio”. Luego lo “masticas”, reflexionando sobre él, permitiendo que sus imágenes e ideas empapen tu espíritu. A esto se le llama “meditatio”. Tercero, habiendo escuchado la palabra, le contestas a Dios; le dices cuánto te ha impactado el texto. A esto se le llama “oratio”. Finalmente, luego de hablarle a Dios, escuchas profundamente lo que te responde. A esta elevada interrelación con la Biblia se le llama “contemplatio”. Intenten este método durante estos meses de verano, asegurándose de elegir un pasaje relativamente breve de la Biblia.

Un segundo método que sugeriría es el que la tradición llama “oración centrante”. Encuentren un lugar tranquilo, recójanse con calma, fijen la vista en una imagen del Señor o en un crucifijo. Luego, imaginen todos los elementos de su vida —amistades, trabajo, hijos, las actividades de esparcimiento, sus compromisos políticos, etc.— y sitúenlos conscientemente en relación con Jesús. Tal vez puedan imaginarse un rosetón en el que todos estos diferentes elementos se conectan con el centro. En la presencia de Dios, evalúen con honestidad hasta qué grado los diferentes aspectos de sus vidas están bajo el Señorío de Jesús, verdaderamente conectados a Él. Los grandes maestros espirituales nos enseñan que la práctica regular de esta oración produce la unidad y armonía que buscan. Hace muchos años, se me acercó un joven, y sin contarme mucho sobre él, me pidió recomendaciones de cómo rezar. Le di una instrucción básica sobre la oración centrante. Alrededor de un mes más tarde, regresó y me dijo, simplemente, “¡Debo abandonar la promiscuidad sexual!”. No sabía nada sobre su vida sexual ni le había aconsejado al respecto; la oración misma había alineado un aspecto clave de su vida.  

Una sugerencia final que les ofrezco, especialmente para aquellos que no tienen una sólida relación con la iglesia o la liturgia o la tradición de la oración. Utilicen a la naturaleza misma como entrada para la oración. Grandes santos —Francisco de Asís, Juan Pablo II, Pier Giorgio Frassati se me vienen enseguida a la mente— adoraban conversar con Dios en medio de la magnificencia de la naturaleza. Frassati era un escalador (de allí su lema espiritual, Verso l’alto, “hacia las alturas”); Juan Pablo amaba esquiar en las montañas de Polonia e Italia; y Francisco se movía con entusiasmo por los campos y bosques, yendo tan lejos ¡hasta predicarle a los pájaros! Tomás de Aquino enseñó que todo lo que existe está señalado por la bondad, la verdad y la belleza. Así que, acudan a la naturaleza. Tal vez estén cerca del mar o del desierto o de un bosque o de un lago —no importa. Desplácense a ese ámbito y asómbrense con el esplendor, la inteligibilidad y el valor de lo que ven. Y luego háganse una simple pregunta: ¿De dónde provino todo eso? Al plantear esa pregunta, estarán en el umbral de la oración.   

Quisiera animarlos a todos entonces, durante estas semanas más adormecidas del verano, ¡a que se tomen el tiempo para orar!