Amigos, en el Evangelio de hoy, San Lucas cita al profeta Isaías:
«Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos» (Is 64, 7).
El Adviento es el gran tiempo litúrgico de espera –que no es una espera pasiva. Anhelamos y buscamos al Dios que vendrá a nosotros en carne humana. En resumen, preparamos el camino del Señor Jesucristo.
Esta preparación tiene una dimensión penitencial, porque es el tiempo en que nos preparamos para la venida de un Salvador, y no necesitamos a un Salvador a menos que estemos convencidos profundamente de que hay algo de lo que debemos ser salvados. Cuando nos volvemos conscientes de nuestro pecado, sabemos que no podemos aferrarnos a nada en nosotros mismos, que todo está, hasta cierto punto, contaminado e impuro. No podemos mostrar a Dios nuestros logros culturales, profesionales y personales como si fueran suficientes para salvarnos. Pero en el preciso momento en que nos damos cuenta de ello, nos acercamos al espíritu del adviento, ansiando desesperadamente un Salvador.
En el libro de Isaías (Is 64, 7), leemos:
«Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero; todos somos hechura de tus manos».
Preparémonos hoy para la venida del Alfarero.