Amigos, en nuestro Evangelio Jesús define la sacralidad fundamental del matrimonio. Estoy convencido de que el profundo significado sacramental y religioso del matrimonio, incluso dentro mismo de la Iglesia, ha sido dramáticamente comprometido en los últimos años. Decimos que el matrimonio es una vocación, pero ¿lo decimos en serio?
Podemos ver las relaciones humanas de pareja en diferentes niveles. Dos personas pueden unirse solo por placer físico, por razones económicas o por compañía psicológica. Y podemos ser testigos de que dos personas se unan por un amor auténtico.
Pero ninguno de estos diferentes niveles es sobre lo que la Biblia nos intenta decir acerca del matrimonio. Cuando estaba haciendo trabajo parroquial, invariablemente preguntaba a las parejas jóvenes: “¿Por qué quieren casarse por la Iglesia?”. La mayoría decía algo así como: “Nos amamos”. Pero yo les decía: “Bueno, esa no es una razón para casarse por la Iglesia”. Por lo general, parecían sorprendidos. Pero lo yo lo decía en serio.
Uno viene a la Iglesia para casarse ante Dios y Su pueblo cuando está convencido que el matrimonio, finalmente, no se trata de ti; que se trata de Dios y de servir a los propósitos de Dios; es como el sacerdocio de un sacerdote, una vocación, un llamamiento sagrado.