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Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús prepara a sus discípulos para derrotar al diablo. Y el Señor continúa dándoles poder para esa guerra espiritual.

Se nos recuerda que la batalla no es simplemente de carne y hueso ni tampoco meramente en el escenario psicológico o político, cuando Jesús le dice al principal de sus Apóstoles: “Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, pero Yo he rogado por ti, para que no te falte la fe”.

Que la Iglesia recién nacida enfrentará una pelea queda claro en las sorprendentes palabras de Jesús: “Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una”. Está estableciendo en estas instrucciones un contraste con aquellas que dio anteriormente en el Evangelio cuando los envió por el camino misionero.

Al dar el primer conjunto de directivas — no llevar ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero — estaba fomentando en ellos una actitud de radical dependencia de Dios; y al dar las segundas directivas, incluida la recomendación de llevar una espada, los está preparando para la lucha.