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Amigos, en nuestro Evangelio de hoy, vemos a Jesús en acción. Siempre yendo de un lugar a otro, en marcha. Hoy, Lucas relata una especie de “día en la vida” de Jesús. ¡Y ciertamente es un gran día! El Evangelio comienza justo después de la dramática expulsión de un demonio en la sinagoga de Cafarnaúm. Y después, al entrar en la casa de Simón, Jesús cura a su suegra, y todo el pueblo se acerca a la puerta de la casa. Jesús pasa toda la noche curando a cientos de personas que sufren diversas aflicciones. 

En los siglos XVIII, XIX y XX, en un intento de hacer que Jesús fuera más agradable a los racionalistas y a los “realistas”, los teólogos pusieron un gran énfasis en la predicación de Jesús, especialmente en sus enseñanzas éticas. Pero este no es el Jesús que presenta Lucas. Acá es, más bien, un sanador: Soter, traducido en latín como salvator, que simplemente significa “portador de salus” o salud. Jesús es retratado como un sanador, un salvador. En Él, la divinidad y la humanidad se han unido; en Él se abren paso la vida divina y el poder divino. Aparecen las intenciones más profundas de Dios para con sus amadas criaturas: lo que Dios planea para nosotros en el reino venidero se anticipa ahora históricamente.