Amigos, el Evangelio de hoy nos trae la historia de la pesca milagrosa. De muchas maneras, la totalidad de la vida espiritual se puede leer en este relato.
Sin ser invitado, Jesús simplemente se sube a la barca del pescador. Esto es para adentrarse de la manera más directa en la vida de Simón. Y sin más, comienza a dar órdenes, pidiendo primero a Simón que salga de la orilla y luego que vaya mar adentro. Esto representa una invasión de la gracia. La decisión más importante que tomarás en tu vida es la siguiente: ¿Cooperarás con Jesús una vez que Él decida subir a tu bote?
En muchos sentidos, todo lo demás en la vida es secundario, simplemente una nota al pie de la página. Cuando el Señor Jesucristo se sube a tu barco, lo llevará siempre a aguas profundas. Duc in altum (“Ir mar adentro”), como le gustaba decir a San Juan Pablo II. ¿Más peligroso? Si. ¿Más emocionante? Si.
Ahora, fíjate, las profundidades de las que estamos hablando aquí son profundidades espirituales. La emoción que estamos hablando es la verdadera emoción que proviene de la transformación espiritual. Las profundidades no tienen nada que ver con lo que el mundo considera importante o emocionante.