Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús expone la hipocresía de los fariseos, quienes imponían su propia interpretación de la Ley sobre los israelitas. Tengan en cuenta que los primeros cristianos, y los que escribieron los primeros documentos cristianos, eran todos de origen judío, o al menos personas formadas por un mundo de pensamiento judío. Le daban sentido a Jesús en el contexto de lo que eran las Escrituras para ellos.
El mismo Jesús era un judío observante, y los temas e imágenes de las Sagradas Escrituras eran fundamentales. Él mismo se presenta como alguien que no alteraría la Ley ni los Profetas, sino que los llevaría a su cumplimiento.
Pero las convenciones sociales y religiosas, que efectivamente habían dividido a Israel, Jesús trata de superar y exponer como algo fraudulento. Él se acerca a todos: ricos y pobres, sanos y enfermos, santos y pecadores. Y encarna la obediencia de Israel: “He venido solo para hacer la voluntad del que me envió”. “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre Celestial”.