Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús se ofrece a Sí mismo como alimento para el alma. Hay una gran verdad revelada en el discurso del Pan de Vida. Y es la ley del don. Este Dios personal y encarnado quiere ser comido y bebido, ser completa y radicalmente para otros.
¿Por qué los dioses del mundo antiguo eran tan populares? Porque eran proyecciones de nosotros mismos: vanidosos, arrogantes, resentidos, violentos. Esto significaba que ejercían poca presión moral. Eran aterradores, pero no moralmente exigentes.
Pero Dios nos muestra que Él es totalmente amor y que nos quiere en relación con Él, para comerlo y beberlo, es un Dios que quiere que seamos como Él. Como Él es alimento y bebida para el mundo, entonces nosotros también debemos ser alimento y bebida para el mundo. Como Él se entregó por completo, así también debemos entregarnos por completo, sin aferrarnos a bienes, honores o valores del mundo —todas esas cosas que engrandecen al ego—.
Es un Dios personal, un Dios encarnado, un Dios que es donase y regalo. Qué convincente. Qué desafiante. ¿Qué vas a decidir?