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Amigos, hoy en el Evangelio tenemos una conversación inagotable y rica con Nicodemo, en la cual Jesús le dice: “Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios”.

Jesús está hablando con gran franqueza sobre la metanoia, sobre el cambio de actitud requerido antes de ser capaz de vivir la energía de la Encarnación. Jesús presiente que Nicodemo, un gran “maestro de Israel”, está atrapado en una red de preocupaciones egoístas, todavía aferrado con temor al poder y status, satisfecho en la sujeción a las tradiciones religiosas de su pueblo.

Y la preocupación de Jesús se confirma en el racionalismo casi cómico de la respuesta de Nicodemo a la invitación de volver a nacer: “¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?”. Mientras Jesús habla con un lenguaje evocador y analógico sobre el alma, Nicodemo escucha con los oídos del ego, del poder racional que desea saber con claridad y controlar.

Es precisamente este racionalismo temeroso el que Nicodemo debe abandonar en el doloroso proceso de renacimiento y reconfiguración del alma.