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Mother Alfred Moes

La Madre Alfred y la Necesidad de Religiosas

October 25, 2022

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Mi nueva heroína es la Madre Alfred Moes. Sé que no es un nombre conocido, incluso entre los Católicos, pero debería serlo. Entró en mi consideración sólo después que me convertí en el Obispo de la Diócesis de Winona-Rochester, donde la Madre Alfred realizó la mayor parte de su trabajo y donde está sepultada. La suya es una historia de coraje extraordinario, fe, perseverancia y de pura valentía. Créanme, una vez que se adentren en los detalles de sus aventuras, les traerá a la memoria otras valientes Madres Católicas: Cabrini, Teresa, Drexel y Angélica, por nombrar a algunas. 

La Madre Alfred nació como Maria Catherine Moes en Luxemburgo en 1828. Desde joven, se sintió atraída por la posibilidad de realizar trabajo misionero entre los pueblos nativos de América del Norte. Por ello, viajó con su hermana al Nuevo Mundo en 1851. Primero se unió a las School Sisters of Notre Dame en Milwaukee pero luego se trasladó con las Holy Cross Sisters en La Porte, Indiana, un grupo asociado al Rev. Edward Sorin, CSC, el fundador de la Universidad de Notre Dame. Luego de desacuerdos con sus superiores —algo bastante típico en esta señora muy enérgica y segura de sí misma— se marchó a Joliet, Illinois, donde se convirtió en superiora de una nueva congregación de hermanas Franciscanas, tomando el nombre de “Madre Alfred”. Cuando el obispo Foley de Chicago intentó interferir con las finanzas y proyectos edilicios de su comunidad, se dirigió a Minnesota, en búsqueda de pasturas más verdes, donde el gran Arzobispo Ireland la acogió y le permitió establecer una escuela en Rochester.

¿Están buscando una heroína feminista? Pueden tomar a Gloria Steinem; yo tomaré a la Madre Alfred en cualquier circunstancia.   

Fue en aquel pequeño pueblo del sur de Minnesota que Dios comenzó a obrar poderosamente a través de ella. En 1833, un tornado terrible se abatió sobre Rochester, matando a muchos y dejando a muchos otros sin hogar y desamparados. Un doctor local, William Worrall Mayo, emprendió la tarea de cuidar a las víctimas del desastre. Agobiado por la cantidad de heridos, llamó a las hermanas de la Madre Alfred para que lo ayudaran. Aunque eran maestras más que enfermeras y no tenían entrenamiento formal en medicina, aceptaron la misión. Tras la debacle, la Madre le informó al Dr. Mayo que había tenido una visión de que debía construirse un hospital en Rochester, no simplemente para servir a la comunidad local, sino a todo el mundo. Sorprendido por esta proposición totalmente impracticable, el Dr. Mayo le dijo a la Madre que necesitaría reunir 40,000 dólares (una cifra astronómica para aquel tiempo y lugar) con el objeto de construir tal instalación. A su vez ella le dijo al doctor que si ella conseguía reunir los fondos y construir el hospital, esperaba que él y sus dos hijos médicos fueran parte del personal. Dentro de un breve período de tiempo, ella consiguió el dinero y se estableció el Hospital St. Mary. Y estoy seguro de que ya lo han vislumbrado, esta fue la semilla de la cual crecería la poderosa Mayo Clinic, un sistema hospitalario que, tal como lo concibió la Madre Alfred mucho tiempo atrás, sirvió al mundo entero. Esta intrépida monja continuó su obra como constructora, organizadora y administradora, no sólo del hospital que había fundado, sino de un número de otras instituciones en el sur de Minnesota hasta su muerte en 1899 a la edad de setenta y un años.   

Unas pocas semanas atrás, escribí acerca de la acuciante necesidad de sacerdotes en nuestra diócesis, e insté a todos a ser parte de la misión de aumentar las vocaciones al sacerdocio. Pensando en la Madre Alfred, ¿podría aprovechar la ocasión ahora para pedir por más vocaciones de mujeres a la vida religiosa? De algún modo las tres últimas generaciones de mujeres se han inclinado por considerar la vida religiosa como indigna. Los números de monjas han caído a pique desde el Concilio Vaticano II, y la mayoría de los Católicos, si se les preguntara sobre eso, diría probablemente que ser religiosa no es una posibilidad factible en nuestra era feminista. ¡Tonterías! La Madre Alfred abandonó su hogar siendo una mujer muy joven; cruzó el océano hasta una tierra extranjera; se convirtió en religiosa; siguió su instinto y sentido de misión, incluso cuando esto la puso en conflicto con superiores poderosos, incluyendo un número de obispos; inspiró al Dr. Mayo a establecer el centro médico más impresionante del planeta; y presidió el desarrollo de una orden de hermanas que continuaron construyendo y dotando de personal a numerosas instituciones de salud y enseñanza. Fue una mujer de extraordinaria inteligencia, impulso, pasión, coraje e inventiva. Si alguien le hubiera sugerido que estaba viviendo una vida indigna de sus talentos o por debajo de su dignidad, imagino que hubiera utilizado palabras fuertes para responder. ¿Están buscando una heroína feminista? Pueden tomar a Gloria Steinem; yo tomaré a la Madre Alfred en cualquier circunstancia.   

Así que si conocen a una joven que podría ser una buena religiosa, que esté dotada de inteligencia, energía, creatividad y motivación, compartan con ella la historia de la Madre Alfred Moes. Y díganle que ella podría aspirar a la misma clase de heroísmo.