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Bishop in Procession

Cuanto más Profundizas en lo Litúrgico, más Deberías Profundizar en el Servicio de los Pobres

June 11, 2024

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La semana pasada fue, litúrgicamente, una de las más intensas de todo mi sacerdocio. Como parte del Avivamiento Eucarístico Nacional, la procesión Mariana estuvo atravesando mi diócesis de camino finalmente a Indianápolis. Realizamos la procesión con el Santísimo Sacramento a través de las calles de Rochester, Minnesota y luego celebré una gran Misa festiva en el Centro Cívico de la ciudad. Unos días después, celebré la Misa en la ciudad de La Crescent, que está a orillas del río Mississippi, del lado de Minnesota, y luego hicimos la procesión con la Eucaristía, acompañados por tres mil personas, a La Crosse, del lado de Wisconsin. En el cierre de esa procesión, le pasé la custodia a mi colega, Gerard Battersby, el obispo de La Crosse, y luego celebramos Misa juntos para la multitud reunida en el Centro Cívico de La Crosse. Todas estas celebraciones y liturgias Eucarísticas estuvieron acompañadas por canciones, campanas, aromas de incienso de los incensarios que se balanceaban, vestiduras suntuosas y abundantes letanías. Al día siguiente de la Misa en La Crosse, tuve el privilegio de ordenar al sacerdocio a tres jóvenes de mi diócesis de Winona-Rochester. La liturgia de ordenación, es una de las más hermosas del repertorio de la Iglesia, y está caracterizada —además de todo lo ya mencionado— por la unción de las manos de los recién ordenados, una bienvenida formal de todos los sacerdotes presentes y una ceremonia de investidura.

Todo eso fue maravilloso. Todo eso, estoy seguro, elevó los corazones y almas de aquellos que participaron. Pero en la mente de algunos, esta especie de espléndida muestra litúrgica da lugar a una pregunta, incluso a una crítica: ¿Qué tiene eso que ver con la tarea de la Iglesia de cuidar de los enfermos y necesitados? ¿Qué tiene que ver todo eso con Jesús, que caminó, apenas con lo puesto, los caminos polvorientos de Galilea y se acercó a los pobres? ¿La obsesión con la música, los ropajes, las procesiones, las letanías, etc. equivalen a cierto ascetismo meticuloso, a una fijación con una liturgia muy adornada? ¿No escuchamos a menudo, de hecho, esta crítica de sacerdotes ancianos en referencia a sacerdotes más jóvenes?    

La alabanza a Dios debe conducir al cuidado de los pobres, y el cuidado de los pobres debe conducir a la alabanza a Dios.

Permítanme decir que, hasta cierto punto, esta preocupación es válida, ya que la Iglesia, como nos recordó Joseph Ratzinger, hace tres cosas: efectivamente alaba a Dios, pero también evangeliza y sirve a los pobres. Y la particular genialidad de la Iglesia se manifiesta cuando logra mantener esas 3 cosas en balance, cada una corrigiendo a las otras y cada una conduciendo a las otras. Si yo, para usarlo de ejemplo en este artículo, me centro en la primera y la última de estas responsabilidades esenciales, la alabanza a Dios debe conducir al cuidado de los pobres, y el cuidado de los pobres debe conducir a la alabanza a Dios —y esto por una razón simple. La alabanza se resume a centrarnos en Dios, afirmando a través de gestos, palabras, canciones y procesiones, etc., que Dios es la preocupación central y final de nuestras vidas. Pero cuanto más amamos a Dios, llegamos a amar más a aquellos que Dios ama; y cuanto más amamos a aquellos a quienes Dios ama, más amamos a Aquel que los hizo ser amados en primer lugar. Es por eso que San Juan nos dice que aquel que dice que ama a Dios pero odia a su vecino es un mentiroso; y porqué el Señor mismo insistió en que hay dos mandamientos indispensables: amar a Dios y amar a nuestros hermanos y hermanas. Quisiera expresar esto como un principio: cuanto más profundizas en lo litúrgico, más deberías profundizar en el servicio de los pobres; y cuanto más ahondas en el servicio de los pobres, más deberías ahondar en lo litúrgico. El peligro es el acento unilateral en la liturgia o el acento unilateral en el servicio, el primero lleva a la susceptibilidad y el segundo reduce a la Iglesia a una organización de servicio social. 

Existen tantos grandes personajes en la historia reciente de la Iglesia que encarnaron mi principio en sus vidas y obra. Uno podría pensar en Dorothy Day, la fundadora del Movimiento del Trabajador Católico. No hubo nadie en la Iglesia del siglo XX más dedicada a servir a los pobres, a los necesitados y a luchar contras la injusticia social que Dorothy Day —y aún así su devoción a la oración, a la Bendición con el Santísimo, al Rosario, a los frecuentes retiros espirituales, y por supuesto, al Santísimo Sacramento era total. La Madre Teresa de Calcuta fue un ícono del servicio durante su largo ministerio entre los más pobres de los pobres. Ningún Católico en el siglo XX personificó más el compromiso y la identificación con los que sufren que la Madre Teresa —y aun así su amor por la oración fue inagotable, su atención a la Eucaristía, insuperable. Y si invertimos el principio, podríamos posar la atención sobre Virgil Michel, Reynold Hillenbrand y Romano Guardini, todos fieles partidarios del Movimiento Litúrgico que fue muy influyente sobre el Vaticano II. Cada uno de estos señores argumentó que lo que sucede en el esplendor de la Misa debe difundirse en las calles como una devoción a los miembros sufrientes del Cuerpo Místico de Cristo. Tal como un viejo sacerdote de Chicago me contó cuando recién estaba ordenado, Monseñor Hillenbrand invitó a Dorothy Day al Seminario de Mundelein para acentuar precisamente esta relación.       

Uno de los acontecimientos tristes que siguieron al Vaticano II es el desmoronamiento de lo que una vez fue una unidad. Los “liberales” tienden actualmente a ser aquellos que se preocupan por los pobres y los “conservadores” aquellos que están preocupados por la liturgia. Pero esto es estúpido —y peligroso para la Iglesia. Cuanto más tengas de uno, mas debería tener del otro y viceversa. Así que una vez más, me gustaría afirmar mi adagio: cuanto más profundizas en lo litúrgico, más deberías profundizar en el servicio de los pobres; y cuanto más ahondas en el servicio de los pobres, más deberías ahondar en lo litúrgico.