Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús afirma su preexistencia al declarar que “… antes que naciera Abraham, YO SOY”.
En los últimos años ha habido una tendencia inquietante que busca convertir a Jesús en un maestro espiritual inspirador. Si eso es todo lo que es, para qué diablos creer en Él. Pero los Evangelios no se contentan con una descripción tan reductiva. Aunque lo presentan como maestro, saben que es infinitamente más que eso. Que algo más está en juego en Él y en nuestra relación con Él.
Las Escrituras claramente enseñan que Jesús es divino. Y así declara: “Ten fe en Dios; ten fe también en Mí”. Podemos imaginarnos fácilmente a un fundador religioso exigiendo tener fe en Dios, pero ¡nos costaría mucho imaginar que exijan tener la misma fe en sí mismos! Excepto que en los labios de Jesús las dos van de modo paralelo.
Tal como C.S. Lewis lo vio claramente, esto significa que Jesús nos obliga a tomar una decisión respecto a Él como ninguna otra persona. O estás con Él o estás en contra de Él. No hay otra forma de entender este lenguaje. Entender esta maravillosa paradoja es acercarse al corazón mismo de lo que significa ser cristiano.