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Amigos, el Evangelio de hoy nos trae la historia del hombre rico y del hombre pobre, Lázaro, que está en su puerta.

Dios no está satisfecho con este tipo de desigualdad económica, y arde de pasión por arreglar las cosas. Aunque nos hace sentir incómodos —y Dios lo sabe, especialmente para aquellos de nosotros que vivimos en la sociedad más rica del mundo— no podemos evitarlo porque está en todas partes de la Biblia.

Santo Tomás de Aquino dice: “Debemos distinguir entre propiedad y el uso de la propiedad”. Tenemos derecho a la propiedad, a través de nuestro arduo trabajo o por herencia. Esto parece justo. Pero respecto al uso de estas cosas Santo Tomás dice que siempre debemos preocuparnos por el bien común y no por el nuestro.

Esta es una afirmación extraordinariamente poderosa, aun cuando se realice en lenguaje sobrio. Sí, por supuesto que tienes derecho a la propiedad, pero cuándo y cómo usas tus posesiones, eso siempre será una cuestión de bien común, que incluye especialmente a Lázaro en tu puerta: que representa a quien sufre y está necesitado.