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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús dice “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben Su sangre, no tendrán Vida en ustedes”.

Esta mención que Jesús hace sobre el sacramento de Su Cuerpo y Sangre fue literalmente repugnante. Es una notable subestimación cuando Juan relata que: “Los judíos discutían entre sí, diciendo: ‘¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?’”.

Entonces, ¿qué hace Jesús cuando se enfrenta con esta objeción? Uno pensaría que iba a ofrecer una interpretación metafórica o simbólica de sus palabras. En cambio, intensifica lo que venía diciendo.

¿Cómo asimilamos estas impactantes palabras? Honramos estas palabras desconcertantes de Jesús resistiendo todo intento de minimizarlas o quitarles significado. Afirmamos la doctrina de la “Presencia Real”. El Concilio Vaticano II enfatizó esta creencia tradicional católica cuando enseñó que, aunque Jesús está presente en nosotros de muchas maneras —como en la proclamación del Evangelio, en la reunión de dos o tres en Su nombre, en los pobres y en los que sufren— Él está presente de manera cualitativamente diferente en la Eucaristía.