Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús resiste la oposición de los fariseos al sanar a un hombre que tenía una mano paralizada.
Sus curaciones significan la llegada del Reino de Dios. Cuando Jesús comienza a predicar, el tema fue que el Reino de Dios está cerca. En su propia Persona se ofrecía una forma completamente nueva de ordenar las cosas. Luego, en su amor y no violencia, en su confrontación con los fariseos y los líderes religiosos, en sus sanaciones y enseñanzas, Jesús estaba demostrando precisamente cómo es el Reino del Dios de Israel.
Esta forma de vida despertó inevitablemente la oposición de los poderes fácticos. En el punto cúlmine de su ministerio, Jesús enfrentó la resistencia de “el mundo”, para usar un término típico del Nuevo Testamento, que significaba todo el cúmulo de crueldad, traición, negación, violencia, corrupción y odio por los cuales los asuntos humanos son típicamente ordenados.
Permitió que toda esa oscuridad lo envolviera, lo aplastara, lo apagara. Pero luego, al tercer día, resucitó de entre los muertos por el poder del Espíritu Santo, y por lo tanto superó, ganó la partida e hizo desaparecer la oscuridad.