Amigos, el Evangelio de hoy es acerca de la boda en Caná. La madre de Jesús es la primera en hablar, mientras Juan cuenta la historia, y dice: “No tienen vino”. A nivel superficial, está mencionando, de hecho, una situación desastrosa social —se están quedando sin vino durante una fiesta— y por ello le está pidiendo a Jesús que haga algo.
Pero veamos más allá. El vino, en las Escrituras, es un símbolo de exuberancia e intoxicación en la vida divina. Cuando Dios está en nosotros, somos elevados, nos volvemos alegres, transfigurados. Por lo tanto, cuando María dice: “No tienen más vino”, está hablando por todo Israel y de hecho por toda la raza humana. Se han quedado sin la exuberancia y alegría que viene de la unión con Dios.
Y esta es precisamente la razón por la que Jesús la llama “mujer”. Podemos confundirnos fácilmente pensando que Él estaba siendo tajante o irrespetuoso. Pero Él se estaba dirigiendo a ella con el título de Eva, la madre de todos los vivientes. María representa aquí a la humanidad sufriente, quejándose a Dios porque el gozo de la vida se ha agotado.