Amigos, nuestro Evangelio de hoy nos brinda la parábola del sembrador y la semilla. Tiene que ver con el crecimiento y desarrollo del Reino de Dios. Escuchamos que Jesús “salió de la casa y se sentó junto al mar” y una gran multitud se reunió a Su alrededor. Este es Jesús hablando al mundo entero.
Él está sentado, una vez más, como un antiguo maestro y juez, y relata la parábola del sembrador. El sembrador siembra a lo largo y ancho, algunas de las semillas caen en el camino, donde las aves las comen; algunas caen en suelo rocoso, donde se queman por el sol; algunas caen entre espinas, donde la vida se ahoga; y algunas caen en tierra fértil, donde rinden treinta, sesenta o cien veces.
Tengamos en cuenta que la semilla sembrada es el mismo Jesús, en persona. Jesús es el Logos que quiere echar raíces en nosotros. Esta semilla se siembra a lo largo y ancho, a través de todo tipo de medios, pero cuando llega a tí, deja que esa semilla se siembre profundamente, donde no puede ser sustraída, quemada o ahogada.