Amigos, nuestro Evangelio de hoy es la parábola más conocida de Jesús, y quizás la historia más grande jamás contada. Nos dice prácticamente todo lo que necesitamos saber sobre nuestra relación con Dios, tan solo si nos concentramos en los detalles con cuidado.
El hijo menor pide su parte de la propiedad y la desperdicia rápidamente en una tierra lejana—y así siempre nos va. Somos los hijos de Dios; se nos ha dado la vida, el ser, todo por medio de Él; existimos a través de Él en todo momento. Lo que la historia presente aquí, tan vívidamente, es el momento del pecado, que significa ruptura o división.
Así entonces, se vio obligado a trabajar y convertirse en alguien que alimentaba cerdos. Y nadie le daba nada. Por fin, entrando en razón, decide dejar todo ello y regresar con su padre.
El padre lo ve desde muy lejos, y luego, dejando de lado formalismos, sale corriendo a su encuentro. La Biblia no es la historia de nuestra búsqueda de Dios, sino la búsqueda apasionada e implacable de Dios por nosotros. Pone en ese momento un anillo en el dedo de su hijo—anillo de matrimonio, que simboliza el restablecimiento de una apropiada relación entre Dios y nosotros.
