Amigos, el Evangelio de hoy contiene el relato de San Juan sobre el encuentro de María Magdalena con Jesús resucitado. Hay una lección interesante que se desprende del inquietante hecho de la Resurrección – y es que este no es el mundo. Lo que quiero decir es que este mundo no es todo. Vivimos nuestras vidas asumiendo razonablemente que este mundo natural tal como lo conocemos es el marco final de nuestras vidas y actividades. Y una de las características más poderosas y aterradoras del mundo natural es la muerte. Todo ser vivo muere y permanece muerto.
Pero ¿y si la muerte y la disolución no fuera la última palabra? ¿Qué pasaría si, mediante el poder de Dios y de acuerdo con su Providencia, naciera “un nuevo cielo y una tierra nueva”? La Resurrección de Jesús de entre los muertos muestra del modo más definitivo posible que Dios está mostrándonos algo más grande de lo que habíamos imaginado o creído posible.
Y, por lo tanto, no tenemos que vivir como si la muerte fuera nuestro amo y señor. A la luz de la Resurrección, podemos empezar a ver este mundo como un lugar de gestación, un lugar de crecimiento y maduración hacia algo más elevado, más permanente y espléndido.