Please ensure Javascript is enabled for purposes of website accessibility
Shroud of Turin

El Vio los Lienzos y Creyó

April 2, 2024

Compartir

El Evangelio del domingo de Pascua es el relato de San Juan de la mañana de Pascua (Juan 20, 1-9). Cuenta que María Magdalena llega a la tumba bien temprano de mañana cuando aún estaba oscuro. Fue a ungir el cuerpo del Señor, que había sido enterrado de prisa por el comienzo de la Pascua. Observa la gran piedra desplazada y asume que el cuerpo ha sido robado. Así que corre inmediatamente con Simón Pedro y los otros discípulos: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”. Todavía no cree en la Resurrección porque está actuando dentro de un esquema mental convencional.   

Entonces, los dos discípulos Pedro y Juan, corren como locos hacia la tumba, y el joven Juan le saca ventaja al más veterano Pedro. Qué detalle tan raro, ya que estamos —tan peculiar de hecho, que condujo al gran novelista Graham Greene a aceptar la historicidad del relato. Al llegar a la tumba abierta, se asoma Juan y ve “los lienzos”. Llega luego Pedro y se asoma para ver los mismos lienzos y también el sudario usado para cubrir su cabeza “doblado en sitio aparte”. ¿Se han preguntado alguna vez por qué tal énfasis sobre los lienzos de la sepultura? La razón más obvia es que su presencia es peculiar. Si se hubieran robado el cuerpo, por qué los ladrones se habrían molestado en quitarle los lienzos que estaban minuciosamente enrollados, y por qué razón habrían ocupado tiempo y esfuerzo en enrollar el sudario de la cabeza tan cuidadosamente? 

Pero, ¿podría también haberse mencionado con tanta preponderancia porque los atesoraba la Iglesia primitiva? ¿Y podría existir el sudario principal todavía en la actualidad? Me refiero, por supuesto, al famoso Sudario de Turín, que ha sido reverenciado durante siglos como una reliquia de la Crucifixión. Tuve la oportunidad de ver el sudario en 2010, cuando fui profesor invitado en Roma y el sudario estaba en exposición brevemente para el público. Es notablemente largo, tan largo como para haber cubierto un cuerpo por delante y por detrás. Se pueden ver sobre él marcas bien claras, color ladrillo, que sugieren el frente y dorso de un hombre de alrededor de treinta años. Se pueden ver marcas de violencia, heridas de una golpiza y muy claramente, de crucifixión —grandes tajos en las muñecas y pies, al igual que una herida enorme en el costado del torso. 

¿Acaso eso nos hace “ver y creer”? 

Sin embargo, la característica más extraordinaria del sudario se descubrió recién en 1898, cuando fue fotografiado por primera vez. Cuando el fotógrafo, que se llamaba Secondo Pia, reveló la película, reconoció que el negativo mostraba una representación exquisitamente detallada del hombre del sudario, anatómicamente exacta hasta el punto de que ningún artista podría haberla producido. No solo la anatomía era perfectamente correcta, sino que los detalles de las heridas describían la correspondencia con la misma clase de azotes que infligían los antiguos romanos. La “corona” de espinas era más un gorro, y la herida del costado evidenciaba tanto sangre como fluido del pericardio: la sangre y el agua de la que habló San Juan. Más aún, se podían ver rastros de monedas con la inscripción de Poncio Pilato cubriendo los párpados. También se encontraron semillas y polen de Medio Oriente en las fibras de la tela.  

¿Cómo se formó la imagen? Aquí, los científicos quedaron verdaderamente boquiabiertos, porque no se encontraron rastros de pintura o pigmento, y las marcas no penetraron la tela sino que colorearon solo la superficie del sudario. Lo más cercano a lo que pudieron llegar para nombrarlo con precisión, fue referirse a ello como “quemaduras”, algo causado por una intensa explosión de radiación —lo cual explicaría posteriormente la calidad del negativo fotográfico de la imagen.   

¿Qué cosa en la naturaleza podría producir ese fenómeno? Nada conocido. ¿Señala eso el hecho de la Resurrección, cuando con gran explosión de luz y energía, el cuerpo de Jesús fue traído de regreso a la vida? El extraordinario y misterioso Sudario de Turín nos habla sobre una gran verdad de la Pascua, esto es, que en el corazón de la Cristiandad se afirma, no un mito ni una leyenda ni un símbolo, sino un hecho, la Resurrección corporal de Jesús. Fue esta verdad histórica la que llevó a los primeros Cristianos a correr por todo el mundo a anunciar el “Evangelio”, que significa “buena noticia”. No se entretenían con abstracciones filosóficas ni cavilaciones espirituales, sino que tomaban a sus interlocutores por los hombros y les decían que algo había sucedido.  

Cuando San Juan entró a la tumba y vio los lienzos sepulcrales, “vio y creyó”. Hubo algo en esos envoltorios que lo convenció. Me pregunto si lo mismo es cierto hoy en nuestra época hiperescéptica. Nosotros, también, podemos ver el lienzo con el que se envolvió el cuerpo de Jesús, y entenderlo mucho más minuciosamente que lo que nunca pudo San Juan. ¿Acaso eso nos hace “ver y creer”?