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¿Por Qué Seguir Siendo Católico? (A Pesar De Tanto Escándalo)

August 29, 2018

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(Nota: El texto a continuación se ha transcrito del video de arriba. Haga clic aquí para obtener una versión de pantalla ancha del mismo video en YouTube.)

Hola a todos, soy obispo Barron. Quería hablarles de nuevo acerca de esta terrible crisis por la que está pasando la Iglesia, esta crisis de abusos sexuales y su encubrimiento por parte de algunos obispos. Sé que ya les hablé sobre esto hace un par de días. Pero recientemente me ha llamado la atención el número de personas que parece querer dejar la Iglesia: “Debido a esta crisis, es hora de dejar la Iglesia. Ya hemos tenido suficiente”.

Ahora, ¿se puede decir esto y ya? Entiendo perfectamente como se siente esta gente. Comparto con ellos la rabia y la frustración. Lo entiendo. Pero también quiero decirles que, precisamente, esa es la estrategia equivocada en este momento de la vida de la Iglesia. Abandonar no es lo que deberíamos estar haciendo. Lo que deberíamos estar haciendo es luchar.

Déjenme explicarlo con una pequeña referencia histórica. Uno de mis grandes héroes es Abraham Lincoln. Y Lincoln desempeñó su labor política en uno de los tiempos más difíciles de nuestra historia, cuando la esclavitud amenazaba los mismos cimientos de la democracia americana. Lincoln supo desde el principio de su carrera que la nación, como el mismo decía, no podía sobrevivir siendo mitad libre y mitad esclava. Pero fue aún más visionario al darse cuenta de que la esclavitud como tal repugnaba a los principios de la democracia de nuestro país.

Podemos escucharlo en el discurso que dio en Gettysburg. Y de alguna manera es una pena que se haya convertido en un cliché, que todos memorizamos en la escuela. Pero volvamos a esas palabras: “Hace ochenta y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación, concebida en la libertad y consagrada al principio de que todas las personas son creadas iguales”. Nótese que estaba articulando los principios que hoy definen la democracia americana: libertad e igualdad.

Después dice, “Ahora estamos enzarzados en una gran guerra civil, a la prueba de si esa nación o cualquiera que fuera así concebida y consagrada, puede sobrevivir”. El sabía que lo que estaba en juego en la guerra era la democracia misma. Sabía que la esclavitud era como un cáncer que corroería los ideales americanos.

Supongo que en aquel momento hubiera sido una opción abandonar el experimento americano. “Me voy de este país. Ya me cansé. Esto es un desastre. Me rindo”. Pero Lincoln no se rindió a esa opción. De hecho, llevó al país por el camino de la lucha, de la lucha por los ideales de la democracia americana.

Quisiera sugerirle a todos que debemos hacer algo similar en nuestras circunstancias. La Iglesia Católica, sus grandes principios e ideales; la Iglesia Católica, fundada en Jesucristo, el amor de Dios que se manifestó al morir en la cruz y en la resurrección; la Iglesia Católica, con todo su poder, belleza y perfección, está verdaderamente amenazada por esta terrible lacra de los abusos sexuales. Es una verdadera plaga que ha caído sobre la Iglesia. Es lógico que la gente sienta rabia, frustración. 

Supongo que la opción está sobre la mesa: vete. “Ya me cansé. Esto está demasiado corrompido. Me voy de aquí”. Pero miren, quiero decirles a todos que no es eso a lo que están llamados. En cambio, nos toca imitar a Lincoln: pelear por la Iglesia en la que creemos tan profundamente; reconocer esta plaga, llamarla por su nombre, claramente, sin ambigüedades, pero luego luchando para poner las cosas en orden. No es la hora de salir corriendo. Es tiempo de empezar a luchar. 

Y me dirán, “Bueno, obispo, entiendo. Pero ¿cómo lucho?” Mira: Luchas a través de tu ira justa. Luchas escribiéndole una carta a tu obispo, o al papa. Luchas con el sólo hecho de estar presente en Misa. Luchas haciendo que las personas rindan cuentas. Luchas organizando a tus hermanos en la fe. Luchas de cualquier manera que puedas. Pero luchas porque crees en la Iglesia; tu amas a la Iglesia; y te darás cuenta de que, a pesar de esta terrible plaga, vale la pena luchar. 

¿Saben algo? Ténganlo muy en mente, no somos católicos por la excelencia moral de nuestros líderes. Quiero decir, Dios nos ayude si fuéramos. Queremos que nuestros líderes sean moralmente excelentes; de hecho, así lo exigimos. Pero no somos católicos por esa excelencia moral. Somos católicos por Jesucristo, crucificado y resucitado de entre los muertos. Somos católicos por el amor Trinitario de Dios. Somos católicos por formar parte del cuerpo místico de Cristo. Somos católicos por los sacramentos. Somos católicos especialmente por la Eucaristía. Somos católicos por nuestra Madre santísima. Somos católicos por los santos. Incluso si nuestros pastores fallan moralmente, la Iglesia sigue siendo el cuerpo místico de Cristo, la novia de Cristo. Y vale la pena luchar por ella.

También tengan esto en mente: cada bautizado es sacerdote, profeta y rey. Hace unos días hable de nuestro oficio real. ¿Puedo hablarles de nuestro oficio profético ahora? Cuando Israel se desviaba del camino (lean el antiguo testamento, pasaba a menudo: esta comunidad estaba pensada para reflejar la voluntad de Dios en el mundo—Israel, el pueblo elegido de Dios—pero frecuentemente sus líderes fallaban, frecuentemente el pueblo pecaba, frecuentemente se desvió de la Torá y del templo), ¿qué hacía Dios? Suscitaba profetas: gente como Jeremías, Isaías, Amos, Ezequiel y Zacarías. Y ellos levantaron la voz—muchas veces con gran enfado—contra las corrupciones de Israel.

Tú eres profeta. Todo aquel quien me escuche ahora y esté bautizado en Jesucristo es profeta. ¡Levanta tu voz! Los profetas no salieron huyendo cuando Israel estaba en problemas; los profetas hablaron. Somos todos responsables, todos los que tenemos el carisma profético.

Una última idea aquí. Lo dije hace un par de días, y lo vuelvo a decir ahora. ¿Por quién estamos luchando? No luchamos principalmente por salvar nuestras instituciones. Verán, estoy de acuerdo con mi mentor, el cardenal George, de feliz memoria. En la última charla que dio a sus sacerdotes en Chicago, dijo, “Recuerda, en los comienzos de la Iglesia, no había parroquias. No había escuelas, hospitales, instituciones. Había evangelistas que proclamaban la palabra de Dios.” El punto es que la Iglesia no depende en última instancia de sus instituciones. No peleamos principalmente por ese aspecto de la vida de la Iglesia. Peleamos por las víctimas de estos terribles crímenes. Peleamos por la gente que ha sido violada, abusada sexualmente. Si salimos corriendo precisamente en este tiempo de prueba, ¿quién será la voz profética que hable en nombre de las víctimas?

Este es mi cri de coeur—mi lamento desde el corazón. Lo entiendo. Entiendo la frustración que siente la gente. La comparto. Pero este no es el momento de abandonar la Iglesia. Es momento de luchar por ella.

Que Dios los bendiga a todos.