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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús termina prescribiendo que dar limosna es clave para la santidad. Anteriormente, he citado algunos de los comentarios asombrosos que santos y papas han dicho acerca de dar limosna. León XIII dijo que “Una vez que lo demandado por la necesidad y la decencia ha sido obtenido, el resto del dinero pertenece a los pobres”. Juan Crisóstomo dijo, “Si un hombre tiene dos camisas en el ropero, una le pertenece a él; la otra pertenece a un hombre que no tiene camisa”. 

La raíz más profunda de todo esto la encontramos en los profetas, quienes continuamente clamaban contra aquellos que eran indiferentes a los pobres. Los profetas nos enseñan que la compasión es clave en la ética bíblica; sentir el dolor de los otros en nuestro corazón. No estamos aquí tratando con un tema de filosofía moral Aristotélica abstracta, sino más bien con algo mucho más instintivo.  

Esta es la razón por la cual los dos grandes mandamientos están tan estrechamente vinculados: “Amar al Señor tu Dios con todo tu corazón . . . y amar a tu prójimo como a tí mismo”. Al amar a Dios percibimos los sentimientos de Dios, y Él es compasivo con los pobres y los oprimidos. Esa es la razón que una persona bíblica necesita.