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Amigos, el Evangelio de hoy está centrado en el poder espiritual de la Eucaristía. Una afirmación central de la Iglesia Católica es que Jesús está sustancialmente presente bajo las formas del pan y el vino. Su presencia no es simplemente evocadora y simbólica, sino real, verdadera y sustancial.

Para verificar esto escrituralmente, veamos el relato de la Última Cena en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, y también en las Epístolas de San Pablo. Veamos especialmente el sexto capítulo del Evangelio de Juan. Allí Jesús dice: “Les aseguro que, si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes”. Y cuando los que escuchaban presentan objeciones, Jesús no suaviza el lenguaje, sino que lo intensifica.

Este es el campo para la defensa de la Presencia Real por parte de la Iglesia. ¿Cómo podemos darle sentido? Todo tiene que ver con quién es Jesús. Si fuera simplemente un ser humano común y corriente, sus palabras tendrían, en el mejor de los casos, una resonancia simbólica. Pero Jesús es Dios, y lo que Dios dice, lo es.

Por ello, cuando se pronuncian las palabras de Jesús sobre el pan y el vino, estos se transforman en lo que significan las palabras. Se vuelven real, verdadera y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre del Señor.