Amigos, el Evangelio de hoy nos habla de la viuda pobre que dio su último centavo al tesoro del Templo. Su comportamiento nos tiene que hacer considerar nuestra posesividad por las cosas. ¿Qué nos decimos a nosotros mismos todo el tiempo? Que no estamos contentos porque no tenemos todas las cosas que deberíamos tener o que queremos tener. Lo que sigue después de esto es que la vida se convierte en una búsqueda constante para obtener, adquirir, y alcanzar posesiones.
¿Recuerdas la parábola sobre el hombre rico tonto? Cuando sus graneros se habían llenado con todas sus pertenencias, decidió derribarlos y construir otros más grandes. ¿Por qué es un tonto? Porque (y quiero que lo repitas a ti mismo mientras lo digo) tiene todo lo que necesita en ese momento para ser feliz.
Lo que nos hace feliz siempre está frente a nosotros porque es el amor. El amor desea el bien del otro y nos abre al mundo que nos rodea. El amor no es un sentimiento. Es un acto de voluntad. Es un gran acto de despojo.