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Amigos, llegamos hoy al final del extraordinario sexto capítulo del Evangelio de Juan. Previamente, Jesús dijo a quienes lo escuchaban: “Les aseguro que, si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes”. Y hoy tenemos el desenlace de la historia.

Leemos que “Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: ‘¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?’”. Noten que estamos hablando de los seguidores de Jesús. Y, sin embargo, les resultaba imposible aceptar esta enseñanza. 

Si sus palabras hubieran tenido un sentido simbólico, no habrían causado este efecto impactante. Si lo que quiso decir fue simplemente: Este pan es un símbolo de mi cuerpo, ¿por qué habría una reacción tan fuerte? Lo que quiero decir, es que las Escrituras judías tienen muchas metáforas poéticas. El punto es que lo habían entendido demasiado bien en este contexto.

Dada cada oportunidad para explicarse mejor a sí mismo, Jesús no hace nada al respecto. En cambio, los reprende por su falta de fe. Por eso la tradición católica ha insistido, contra todos los intentos de suavizar estas palabras de Jesús, que debe ser tomado literalmente.