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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús enseña sobre la santidad y permanencia del matrimonio. Ahora empezamos a ver por qué el amor de marido y mujer es un sacramento del amor de Dios. El Padre y el Hijo —mientras se mantienen distintos— se dan a sí mismos completamente, y este darse mutuo es el Espíritu Santo. 

Entonces, cuando dos personas se unen en el amor y forman una sola carne, están imitando al amor entre el Padre y el Hijo. Y cuando su amor da origen a un niño, esto sacramentalmente imita el aliento del Espíritu Santo. El padre, la madre y los hijos son evocativos de nuestro divino Padre, Hijo y Espíritu Santo. 

Y esta es la razón por lo cual Jesús nos habla tan enfáticamente sobre el matrimonio, y también por qué la Iglesia ha acompañado y se ha hecho eco de Sus palabras a través de los siglos. El matrimonio es un signo tan sagrado, que la Iglesia ha buscado con mucha diligencia proteger. Sabemos que la Iglesia recibe malos comentarios por rodear al matrimonio y la sexualidad con tantas reglas. Sé también que los libertarios, a través de la historia, han peleado contra un supuesto moralismo represor de la Iglesia. Pero vean, siempre a las cosas preciosas, los seres humanos hemos rodeado de restricciones, leyes y prohibiciones.