Amigos, en el Evangelio de hoy alguien dice a Jesús, “Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte”. Jesús señala con la mano a sus discípulos y dice, “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
La familia es maravillosa. No hay nada malo en fomentar y hacer florecer nuestras familias. Pero la Biblia, una y otra vez, pone en tela de juicio los bienes del mundo, incluso algo tan bueno como son las relaciones familiares.
¿Por qué? Porque la familia no es Dios. No es a lo que debes servir con todo tu corazón; no es el centro de tu vida.
¿Es la familia el lugar en torno al cual giran la mayoría de tus energías? ¿Es tu foco principal a medida que avanza el día? ¿Hay momentos en que sientes que tus obligaciones familiares compiten con la voluntad de Dios?
Entonces recuerda las palabras de Jesús: “¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos? . . . el que hace la voluntad de mi Padre que está en el Cielo”.