Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús envía a los doce discípulos a evangelizar. Evangelizar es proclamar a Jesucristo crucificado y resucitado de entre los muertos. Cuando este kerygma, este Misterio Pascual, no está en el corazón del proyecto, la evangelización cristiana desaparece, convirtiéndose en una convocatoria a una religiosidad blanda o espiritualidad genérica.
Cuando no se proclama a Jesús crucificado y resucitado, surge un catolicismo beige que no amenaza; un sistema de pensamiento que, en el mejor de los casos, es eco de la cultura ambiental. Peter Maurin, uno de los fundadores del movimiento Obrero Católico, dijo que la Iglesia tomó su propia dinamita y la colocó en contenedores herméticamente cerrados y se sentó sobre la tapa.
De manera similar, el teólogo protestante Stanley Hauerwas comentó que el problema con el cristianismo no es que sea socialmente conservador o políticamente liberal, ¡sino que “es demasiado aburrido!”. Tanto para Maurin como para Hauerwas, lo que lleva a esta atenuación es una negativa a predicar lo que es peligroso o inquietante respecto del Jesús que ha resucitado de entre los muertos.