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Amigos, en el Evangelio de hoy el ángel Gabriel anuncia a María que ha sido elegida para ser la madre de Dios. 

Frente a esta apabullante palabra, María se confunde: “¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?”. Y no puede empezar a imaginar totalmente las consecuencias de aceptar esta invitación: vergüenza, exilio, persecución violenta, y la agonía final en el Calvario. 

Y aún así, a pesar de su temor y a pesar de la ignorancia, ella dice, “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. En el momento crucial, María de Nazaret se deja llevar por el amor de Dios, y en ese momento de éxtasis, el Hijo del Hombre llega al mundo para la salvación. 

La tragedia humana comenzó con Adán y Eva aferrándose a ellos mismos; la divina comedia empieza con María dejándose llevar. Es por esto que los comentaristas medievales, con un delicioso sentido de compenetración en las palabras de la Biblia, observaron que el “Ave” del ángel de la Anunciación se invierte en la palabra “Eva”, madre de todo lo viviente.