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Amigos, en el Evangelio de hoy, cuando Pedro le pregunta sobre el destino del discípulo amado, Jesús le dice: “¿Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué importa? Tú sígueme”. Aquí, al final del Evangelio de Juan, podemos entonces tomar en serio este mandamiento. ¿Pero qué significa seguir a Jesús?

La verdadera conversión —la metanoia de la que habla Jesús— es mucho más que una conversión moral, aunque incluye eso. Tiene que ver con un cambio completo de conciencia, una forma completamente nueva de ver la vida. Jesús ofreció una enseñanza que debe haber sido desgarradora para una audiencia del primer siglo: “Si alguien desea venir en pos de Mí, debe negarse a sí mismo, tomar su cruz todos los días y seguirme”.

Sus oyentes sabían lo que significaba la cruz: una muerte en total agonía, desnudez y humillación. No pensaban en la cruz en términos religiosos, como lo hacemos nosotros. La conocían en todo su terrible poder. A menos que crucifiques tu ego, no puedes ser mi seguidor, dice Jesús. Este paso —este terrible paso— tiene que ser el fundamento de la vida espiritual.