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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús se encuentra con dos discípulos de camino a Emaús, pero ellos no lo reconocen. En el curso de la conversación, les clarifica las Escrituras, revelando los grandes signos bíblicos que daban sentido a las “cosas” que ellos habían presenciado. La clave interpretativa no es otra que Su propio sufrimiento y muerte, Su disposición a ir hasta el límite del abandono por Dios para salvar a los que se habían alejado del Amor divino.

Y a través de este proceso, comienzan a entender la Biblia en su totalidad, y sus corazones arden. Los dos discípulos lo presionan para que se quede con ellos mientras se acercaban al pueblo de Emaús. Jesús se sienta con ellos, toma el pan, lo bendice, lo parte y se los da, y en ese preciso momento lo reconocen.

El modo fundamental por el cual entendemos a Jesucristo no son las Escrituras sino la Eucaristía, porque ella es Cristo mismo, y en ella Él está de modo personal y activo. La Encarnación del Misterio Pascual, la Eucaristía, es el amor de Jesús por el mundo hasta la muerte, Su viaje hacia el abandono por Dios para salvar al más desesperado de los pecadores, Su corazón entregado por compasión.