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Amigos, el Evangelio de hoy contiene el relato de cuando se le da de comer a cinco mil personas, lo cual es una especie de Misa. Jesús está interesado no solo en instruir a las multitudes sino también en darles de comer. Y siguiendo este ritmo de acciones, la Misa pasa de la liturgia de la Palabra a la liturgia de la Eucaristía. 

Los discípulos brindan una pobre ofrenda: cinco panes de cebada y dos peces. Jesús realiza el ritual Eucarístico habitual respecto al pan: lo toma, da gracias y lo distribuye. Y todos son alimentados. 

Durante la sagrada liturgia, el sacerdote, en nombre del pueblo, ofrece a Dios una pobre y mísera ofrenda: unas hostias de pan y algo de vino y agua. Pero como Dios no necesita estas ofrendas, ellas regresan para el beneficio de la gente y multiplicadas infinitamente. A través del poder de la palabra de Cristo, estas ofrendas se convierten en Su propio Cuerpo y Sangre, el único alimento capaz de alimentar el hambre más profundo del corazón humano. 

Este ritmo litúrgico se expresa bellamente en una frase lacónica: “Jesús tomó el pan, dio gracias a Dios y lo distribuyó a las personas que estaban allí sentadas . . . y todos quedan satisfechos”.