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Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús limpia el templo. El templo era el centro de la vida económica, política y religiosa. Y era visto como la misma morada de Dios en la tierra. Era el lugar donde el cielo y la tierra se encontraban, donde se lograba armonía entre la divinidad y la humanidad. ¡Al menos en principio! Los profetas recuerdan constantemente a la nación que el templo y sus rituales habían sido pervertidos.

Una de las expectativas mesiánicas era que el ungido purificaría el templo. Esto es exactamente lo que está haciendo Jesús. Es el Mesías que intenta convertir el templo una vez más en un lugar de oración.

Mantengamos esta imagen de Jesús claramente en nuestras mentes mientras avanzamos. San Pablo dijo que nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo. Entonces, la verdadera morada de Dios está ahora en los mismos cuerpos de los seguidores de Jesús.

Unamos esta idea con la imagen de Jesús limpiando el templo. Tu —tu vida, tu cuerpo, tu yo— está destinado a ser un templo donde se alaba a Dios. Cada aspecto de tu vida está destinado a ser dirigido al Señor, dedicado a Él.