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Amigos, en el Evangelio de hoy, el Señor explica lo que significa convertirse en discípulo. Una vez que tomamos la decisión de seguir a Jesús, todo lo demás que demanda supremacía debe hacerse a un lado. Cada uno de nosotros tiene algo que consideramos lo mejor. Quizás sea dinero, cosas materiales, poder, la estima de los demás, su país, partido político o su parte étnica. O tal vez su familia, sus hijos, su esposa, su esposo.

Todas estas cosas son buenas. Sin embargo, cuando uno coloca cualquiera de ellas en un centro de gravedad absoluto las cosas saldrán mal. Cuando hacemos de cualquiera de ellas nuestro bien fundamental o final la vida espiritual se vuelve caótica. Cuando te apegas a cualquiera de ellas con una tenacidad absoluta te desmoronas.

Esto es lo que Jesús quiere decir en nuestro Evangelio de hoy. No es que debes odiar a tu familia, tu país o la riqueza sino desapegarte para que no se conviertan en ídolos. Y sólo si hacemos esto estaremos verdaderamente listos para la misión. Si intentamos hacer este trabajo mientras estamos enredados con cualquier cantidad de apegos fallaremos.