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Amigos, el Evangelio de hoy llega a su punto culminante con la magnífica frase: “Y la Palabra se hizo carne y vivió entre nosotros”. 

La tentación gnóstica ha apuntado a la Iglesia una y otra vez durante casi dos mil años. La sugerencia, común a todas las formas de puritanismo, es que lo espiritual se alcanza a través de la negación de lo material. Pero el cristianismo auténtico, inspirado por esta sorprendente declaración de San Juan, constantemente ha frenado el gnosticismo, porque sabe que la Palabra de Dios tomó para Sí la naturaleza humana y por lo tanto elevó la materia y la convirtió en un sacramento de la presencia divina. 

La frase griega detrás de “vivió entre nosotros” se traduce literalmente como “hizo tabernáculo entre nosotros” o “levantó tienda entre nosotros”. Ningún judío de la época de Juan habría desconocido esta maravillosa e implícita conexión entre Jesús y el Templo. Según el libro del Éxodo, el Arca de la Alianza —la encarnación de la presencia de Yahvé— se encontraba originalmente en una tienda o tabernáculo. El evangelista nos dice ahora que, en la carne de Jesús, Yahvé ha establecido Su tabernáculo definitivo entre nosotros.