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Allegory of the Seven Liberal Arts

¡No Abandonen las Artes Liberales!

February 28, 2023

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Ha llegado recién a mi atención que la Universidad Marymount, una institución Católica en Arlington, Virginia, anunció su intención de recortar diez carreras de su programa, incluyendo filosofía, estudios religiosos, teología, arte, historia y sociología. Aparentemente eliminará también una maestría en literatura inglesa. La presidente de la universidad ha explicado que este movimiento fue diseñado para volver más competitiva a su facultad: “Los estudiantes tienen más opciones que nunca en relación a dónde obtener una graduación universitaria y la Universidad Marymount debe responder inteligentemente a la demanda”. Bueno, de acuerdo, pero uno se pregunta por qué se preocupa por mantenerla competitiva, ya que ha socavado efectivamente el propósito de su universidad. Lo que es especialmente trágico es que esto está lejos de ser un caso aislado, porque un número de institutos afiliados religiosamente de artes liberales ¡están eliminando, anómalamente, la religión y las artes liberales! Y esto debería llamar la atención de la sociedad entera, porque la pérdida de las artes liberales se asemeja a la pérdida del alma.

¿Por qué nos referimos a la religión, la filosofía, la historia, la literatura y el arte como “liberales”? Lo hacemos porque precisamente están libres (liber en latín) de toda utilidad. Y esto quiere decir que son la clase de disciplinas más elevadas, porque no están subordinadas a ninguna otra cosa más que a sí mismas. Existen por su propio beneficio, están dotadas de valor intrínseco. Se diferencian en esto de las artes y ciencias prácticas, que existen para beneficio de algo más. Alguien estudia ingeniería para construir máquinas que logran cierto propósito útil; o alguien estudia arquitectura para erigir edificios; o alguien estudia mecánica para poner un auto en funcionamiento; etc. Pero alguien lee Shakespeare porque es hermoso hacerlo, y alguien ve un partido de béisbol porque el béisbol es bueno, y alguien contempla la bóveda de la Capilla Sixtina porque eleva su alma. Nuestras máquinas y computadoras y autos y teléfonos celulares son geniales, pero están diseñados finalmente para hacer que la experiencia de los valores intrínsecos esté fácilmente disponible. Uno no debería nunca, por supuesto, denigrar a las ciencias prácticas, sino que debería tener la sensibilidad de subordinarlas bajo aquellas disciplinas que son realmente liberales. Gran parte de nuestra cultura sufre los efectos de poner a esta jerarquía patas para arriba.

La disciplina más inútil y por lo tanto la más elevada de todas es la que habla sobre la fuente del significado, la que trata sobre Dios.

A la luz de estas aclaraciones, espero quede claro por qué muchos institutos y universidades Católicas fueron destinados a las artes liberales. Aunque las instituciones de altos estudios Católicas siempre estuvieron dispuestas a ofrecer materias prácticas, acentuaron las artes liberales precisamente porque sus fundadores se dedicaban al asunto del significado. Las artes liberales están situadas sobre las ciencias prácticas, pero entre las artes liberales mismas, existe una especia de jerarquía, porque todas ellas reflejan y sirven finalmente al bien supremo que es Dios. La disciplina más inútil y por lo tanto la más elevada de todas es la que habla sobre la fuente del significado, la que trata sobre Dios. ¿Ven por qué es tan lamentable, por tanto, que las instituciones Católicas se estén convirtiendo voluntariamente en academias STEM y dejen de lado las materias que se refieren al propósito y al significado? Sí, la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas facilitarán nuestro recorrido y nos darán hogares más bellos donde vivir y en general nos harán la vida más sencilla —pero no nos dirán qué hacer cuando lleguemos a nuestros destinos o cómo vivir en nuestras confortables casas, o cómo llenar el tiempo que nos provee aquella vida más fácil. Para encontrar respuestas a dichas preguntas leemos a Platón, Jeremías, San Pablo, Shakespeare, Dante y Eliot; miramos a Miguel Ángel, Picasso y Rembrandt; y escuchamos a Mozart, Bach y Stravinsky. En una palabra, hacemos las artes liberales. 

No quiero exagerar este caso, pero tampoco quisiera restarle importancia. Creo que existe una correlación entre la desaparición de las artes liberales y el incremento comprobable de la ansiedad, depresión y pensamientos suicidas —especialmente hoy entre los jóvenes. Cuando hacemos a un lado las materias que tratan sobre el sentido, ¿nos sorprende acaso que la gente esté encontrando menos y menos significado? Cuando colocamos un hiperacento sobre la tecnología, ¿nos sorprende acaso que tengamos una generación de jovencitos que pasan gran parte de sus días mirando fijo, apáticos y tristes, a sus pantallas? Una de las razones del ataque a las artes liberales es el wokeismo, que suele manchar todo lo que toca. La reducción de la sociedad a la simplista dicotomía de opresor y oprimido, el hábito de pensar en amplias generalidades, la adopción de una teoría social antagónica —todos los siniestros signos del wokeismo— nos han conducido a demonizar muchos de los héroes de las artes liberales a las que recién me he referido. Es más que trágico el admitir esto, pero todo lo que esos jóvenes estudiantes saben de Shakespeare es que es un hombre blanco muerto, todo lo que saben sobre Thomas Jefferson es que tenía esclavos, y todo lo que saben sobre T. S. Elliot es que albergó algunas opiniones antisemitas. Pero ¿habrán comenzado a notar que, a pesar de sus defectos personales, estas personas arrojaron intensa luz sobre temas como el amor, el propósito, la justicia, el gobierno justo, Dios y la vida eterna? Qué empobrecimiento si permitimos que la multitud woke nos robe estos proveedores de valores. 

Podría pronunciar un grito de angustia a los profesores y administradores de instituciones Católicas de altos estudios: en beneficio de nuestros jóvenes y ciertamente de la sociedad entera, ¡no abandonen las artes liberales!