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Father Stu

La Providencia y la Vocación en “El Milagro del Padre Stu”

May 11, 2022

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La nueva película de Mark Wahlberg, El Milagro del Padre Stu, es una de las películas teológicamente más interesantes que ha salido en un largo tiempo. Aborda algunos de los temas más espinosos y desconcertantes de la ciencia sagrada, incluyendo la naturaleza de la vocación, el propósito del sufrimiento en el plan divino, el rol de la intervención sobrenatural, la dinámica de la redención y, tal vez más minuciosamente, el misterio de la providencia de Dios. En el curso de este artículo, me gustaría decir solamente unas pocas cosas sobre la primero y la última de estas ideas centrales.

Tomemos primero la providencia. He debatido por años que la mayoría de la gente en el mundo moderno es funcionalmente deísta en su comprensión de Dios. Esto significa que considera a Dios una causa distante, quizás relevante al traer el mundo a la existencia, pero actualmente distante esencialmente con su creación. Esta puede haber sido la perspectiva psicológica de las mentes líderes del siglo dieciocho, pero muy ciertamente no es la perspectiva de los autores de la Biblia. Para los autores de la Torá, para Isaías, Jeremías, Ezequiel, Pedro, Juan y Pablo, Dios está implicado personal y apasionadamente en su creación, especialmente en los asuntos de los seres humanos. El Dios de Israel empuja, acerca, persuade, corrige, castiga, lidera y atrae a sus amigos humanos a una vida de plenitud. El Salmo 139 expresa de modo clásico esta intuición Bíblica: “Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares. Antes que la palabra esté en mi lengua, tú, Señor, la conoces plenamente; me rodeas por detrás y por delante y tienes puesta tu mano sobre mí” (Sl 130, 1-5).

La película de Wahlberg cuenta la inverosímil historia de Stuart Long, un boxeador acabado de Montana que intentaba salir adelante en Hollywood y terminó, para la enorme sorpresa de todos, incluido él mismo, siendo sacerdote Católico. Su travesía comenzó en una tienda de Los Ángeles donde Stu trabajaba como vendedor. Le echó el ojo a una mujer hermosa y quedó embelesado. Averiguando sobre ella, descubrió que era una fiel asistente a la parroquia Católica local, así que un domingo Stu asistió a Misa. No era Católico, ni siquiera un creyente, no tenía idea de qué hacer o decir en la liturgia, pero tenía la determinación de llegar a conocer a la joven. Luego de un cortejo complicado, ella le informó con franqueza al boxeador que nunca consideraría una cita con alguien que no estuviera bautizado.

Y entonces, con una imperfecta aunque decidida motivación, Stu se incorporó a un programa de RCIA y recibió el bautismo. En consonancia con la teología Católica, el sacramento tuvo un efecto verdaderamente eficaz en Stu, despertando y ahondando su fe y finalmente lo preparó para enfrentar una prueba terrible. Un accidente de motocicleta, retratada en la película con realismo espeluznante, lo dejó postrado en cama por meses, pero su fe Católica y el apoyo de su novia lo sostuvieron. A su tiempo, llegó a la comprensión de que Dios quería que él fuera sacerdote.

No revelaré más detalles de la historia, pero basta decir que, aun cuando Stu estaba planeando una vida de estrellato fílmico y matrimonio, Dios quería algo completamente distinto. De hecho, el Señor del universo estaba tan interesado en el antiguo boxeador de Helena que, con pasos cuidadosos, lo guio, primero a la Iglesia, luego a la fe y finalmente al sacerdocio. Me pregunto, honestamente, cuántos Cristianos devotos creen verdaderamente que Dios está tan interesado en ellos que cuida de sus vidas, atrayendo sus libertades a cada instante. Tomás de Aquino dijo, sencillamente, que la providencia de Dios “se extiende a todas las cosas”, lo que implica que él conoce y guía a todos individualmente. San Pablo le dice a los Efesios que “es capaz de hacer infinitamente más de lo que podemos pedir o pensar, por el poder que obra en nosotros” (Ef 3, 20). Cómo cambiarían nuestras vidas si aprendiéramos a confiar en ese poder y a estar atentos para ver los signos de su providencia.

Cómo cambiarían nuestras vidas si aprendiéramos a confiar en ese poder y a estar atentos para ver los signos de su providencia.

Un tema profundamente relacionado a la providencia es el de la vocación o el llamado. Nuestra cultura privilegia extremadamente los derechos, la libertad y las prerrogativas del individuo. Celebramos, como corresponde, aquella gente que se posiciona contra las expectativas de sus familias, amigos o tradiciones y toma sus propias decisiones, siguiendo sus propios caminos elegidos. Pero eso es repulsivo a la Biblia. Los autores de la escritura están interesados, no en la autodeterminación, sino en el proceso por el cual una persona se despierta al llamado de Dios. Ellos celebran aquellos que representan, no el ego-drama, sino el teo-drama, que viven, no por su propia voz, sino por la de Dios. Ellos saben además que el llamado de Dios, una vez discernido, es prácticamente irresistible.

Cuando una persona sabe lo que Dios quiere para ella, hará lo que sea, superará todo obstáculo, derribará toda oposición con el fin de seguir esa directiva divina. Como ejemplos de este principio, piensen en Abraham, Jacob, Moisés, David, Jeremías o Pablo. Stuart Long pertenece, a su propio modo, a esa gran tradición, por haber discernido que Dios quería que fuera sacerdote, superó la oposición de su madre, su padre, su novia, muchas de las personas en su parroquia, el rector del seminario e incluso algunos de sus compañeros en el seminario. Más aún, permaneció fiel a su llamado cuando lo aquejó una enfermedad muscular degenerativa que eventualmente lo mataría. “¡Aquí estoy: envíame!” (Is 6, 8), dijo el profeta Isaías, y el Padre Stu dijo lo mismo.

Me pregunto, nuevamente, cuántos Cristianos devotos entienden que el discernimiento de su vocación es el paso psicológico y espiritual más importante que alguna vez darán, que cualquier otra decisión que tomen en sus vidas será secundaria. Y me preguntó ¿cuántos han experimentado la alegría verdadera y el entusiasmo que rodean al llamado de Dios? Lo que sentí, especialmente en la segunda mitad de El Milagro del Padre Stu, es cómo este hombre, a pesar de todo, conservó la alegría de saber que estaba cooperando con un propósito divino. Esa es la alegría que, como dice la Biblia, nadie podrá quitarles (Juan 16,22).

Si quieren ver una recreación concreta y contemporánea se estos dos grandes principios bíblicos, les recomendaría que vean “El Milagro del Padre Stu”.