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Cómo Cuatro Mujeres Sacudieron el Establishment Filosófico en Oxford —y Por Qué Esto es Importante para Nosotros. 

June 1, 2022

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Justo he terminado un libro maravilloso llamado The Women Are Up to Something (Las Mujeres Andan en Algo). Escrito por Benjamin Lipscomb, entreteje las biografías de cuatro mujeres extraordinarias que llegaron juntas a Oxford como estudiantes a finales de los años 30 y que se destacaron como académicas y escritoras desde mediados a finales del siglo veinte. Iris Murdoch, Mary Midgley, Philippa Foot y Elizabeth Anscombe llevaron a cabo una revolución en el modo en que pensamos la filosofía moral y sus muy positivas influencias son imperiosas en la conversación actual sobre la ética.

La más conocida de todas son ciertamente Murdoch, que escribió prolíficamente tanto como filósofa y como novelista, y Anscombe, quien surgió como traductora e intérprete privilegiada de la obra de Ludwig Wittgenstein, y que fue, según se dice, un personaje fuera de serie. Conversa Católica desde muy joven, Anscombe enfrentó posiciones de diversas maneras con la convención británica, incluyendo su modo de hablar brusco, directo y su modo inusual de vestir. Se hizo conocida por vestir camisas y pantalones, cuando esto era inaudito para las mujeres, y por fumar enérgicamente cigarrillos mientras participaba en reuniones. Consistentemente alineada con la enseñanza Católica, se opuso al control de la natalidad y al aborto (enfureciendo así a la izquierda) y se pronunció contra la entrega de un doctorado honorario de Oxford para el Presidente Harry Truman, ya que Truman había autorizado la matanza directa de inocentes en Hiroshima y Nagasaki (enfureciendo así a la derecha). En sus últimos años, Iris Murdoch desarrolló Alzheimer y se retiró gradualmente de la vida pública. Su angustiosa decadencia hasta la completa demencia fue registrada en una crónica en el adorable libro de su marido Elegía a Iris, que fue más tarde llevado al cine con la estrella Dame Judi Dench encarnando a la filósofa.

Lo que transforma a estas cuatro mujeres en tan interesantes no son sólo los detalles de sus respectivas biografías sino el contenido de su pensamiento, especialmente en el ámbito de la moral. Para comprender su contribución, se necesita un poco de contexto. El personaje dominante en la filosofía de Oxford en el momento en que llegaron estas cuatro señoras era A. J. Ayer, el fundador del movimiento llamado positivismo lógico. Este punto de vista, que cautivó las mentes de algunos de los más brillantes pensadores del siglo veinte, era que las únicas afirmaciones que podían ser llamadas “significativas” son aquellas que pueden ser verificadas a través del análisis empírico. Así, puedo sostener que existen, digamos, diez personas en una habitación dada ya que puedo confirmar empíricamente si la afirmación es verdadera o falsa. Por el otro lado, yo hablo careciendo de significado cuando digo algo como “Dios existe” o “No deberías hacer eso” o “Esa imagen es hermosa”. Ya que ninguna de esas afirmaciones puede ser verificada o refutada a través de los sentidos, son, cuanto más, expresiones de la preferencia personal o estado emocional del orador. Por lo tanto, sobre la base del positivismo lógico, cualquier afirmación ética es descartada de toda discusión. 

Cuando digo “El homicidio está mal” o “Atender a los pobres está bien”, no estoy afirmando una verdad que haya adquirido con alguien más; simplemente estoy expresando cómo me siento. Jean-Paul Sartre, por quien el joven Murdoch estuvo un tiempo cautivado, perfeccionó esto un poquito diciendo que, aunque no existe nada objetivamente verdadero en las afirmaciones morales, un ser humano debería intentar ser consistente con las convicciones que ha adoptado para sí mismo. 

Este consenso comenzó a derrumbarse en las mentes de nuestras cuatro mujeres, no tanto primordialmente a través del debate, sino a través de fotografías. A poco de terminada la Segunda Guerra Mundial, imágenes de los campos de exterminio Nazis comenzaron a aparecer en las pantallas de cine británicas. Nadie había visto nunca algo parecido. Murdoch, Anscombe, Foot y Midgley, cada una a su modo característico, se dieron cuenta de que lo que se mostraba en esas películas y fotografías estaba mal. Punto. No contemplaron esto como una opinión privada; no estaban simplemente expresando sus sentimientos. Estaban postulando la afirmación verdadera de que lo que los Nazis hicieron en Aushwitz y Bergen-Belsen fue moralmente aborrecible, y se dieron cuenta que no les importaba lo que pensara A. J. Ayer sobre estar balbuceando sin significado.  

De hecho, se convencieron de que los positivistas lógicos y los existencialistas estaban totalmente equivocados respecto a la ética, y comenzaron a revisar fuentes antiguas de pensamiento moral, especialmente de Tomás de Aquino, de Platón y de Aristóteles. Lo que encontraron en esos valientes fue un sentido agudo de una naturaleza humana objetivamente descriptible y de esas actividades y movimientos característicos que contribuyen al florecimiento de esa naturaleza. “Virtudes” serían los hábitos que impulsan a alguien hacia la buena conducta y “vicios” serían los hábitos que impulsan en la dirección opuesta. Por lo tanto, concluyeron las cuatro mujeres, la moral no debería ser subjetivizada sino objetivizada, homologada con las costumbres que condujeron al bienestar de la naturaleza humana y que pueden ser conocidas auténticamente. Una escuela entera de pensamiento ético llamada “ética de las virtudes” surgió a partir de estas figuras. Algunos de sus principales adherentes son Alasdair MacIntyre, Stanley Hauerwas, Charles Taylor y Martha Nussbaum

¿Alguien pone en duda que un subjetivismo ético está actualmente corriendo desenfrenado? ¿Alguien pone en duda que la noción misma de la moral objetivamente buena o mala es habitualmente descartada de toda discusión por presuntuosa o por expresar el deseo de poder de alguien? Y, por lo tanto, ¿alguien pone en duda que existe mucha gente a la deriva en un mar posmodernista de relativismo e indiferentismo? Podría sugerirles, como una especie de bálsamo intelectual, echar un vistazo a The Women Are Up to Something (Las Mujeres Andan en Algo). Pienso encontrarán en Mary Midgley, Philippa Foot, Elizabeth Anscombe e Iris Murdoch una compañía bastante fortificante.