Please ensure Javascript is enabled for purposes of website accessibility

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos dice de donde proviene la autoridad de sus palabras y acciones.

Recordarán que cuando al comienzo de su ministerio el Señor habló en la sinagoga de Cafarnaúm, lo que primero llamó la atención de la multitud no fue lo que dijo sino la manera en que lo dijo. ¿Qué notaron? “La gente estaba asombrada de su enseñanza, porque les enseñó como alguien con autoridad y no como los escribas”.

Esto es algo que podría pasar desapercibido, sin embargo el punto relevante aquí es que los rabinos y los escribas enseñaban a través de invocaciones a aquellas autoridades más allá de sí mismos, en última instancia a la autoridad de Moisés. Pero Jesús no hablaba de esta manera; más bien, hablaba Él mismo con exousia (autoridad).

Lo que esto expresa, es que la Palabra, quien había hablado a Moisés, y a través de Moisés a todos los demás maestros de Israel, ahora estaba hablando por propia autoridad. No creas a los que dicen que la divinidad de Jesús se afirma sólo en el prólogo del Evangelio de Juan. Aquella fue, para la audiencia judía de la época, una afirmación tan clara sobre la divinidad de Jesús como la que leemos en el Evangelio de Juan cuando nos dice que “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”.