Amigos, llegamos hoy al domingo de la Trinidad, que ha sido llamado “la pesadilla de los predicadores”. Pero como probablemente sepan de mis sermones anteriores, no estoy para nada de acuerdo con eso. Pienso que todos los domingos son domingo de Trinidad. La Trinidad refiere a lo más fundamental y básico de toda nuestra teología y espiritualidad, ¡y deberíamos regocijarnos de hablar de la Trinidad! Miremos hoy a la Trinidad a través de tres lentes: las palabras de las Escrituras, una analogía de San Agustín y el visceralmente auténtico “y qué” de la salvación.
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