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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús instruye a sus discípulos diciendo, “No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; teman más bien a aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la Gehenna”.

¿Cuál es nuestro temor más grande? Indudablemente que es el temor a perder nuestras vidas; tememos la muerte de nuestro cuerpo. Pero Jesús nos está diciendo que no debemos preocuparnos acerca de esos temores que sólo afectan el cuerpo y las cosas.

Cuando amamos a Dios, cuando “tememos” a Él por encima de todas las cosas, estamos unidos a un poder que trasciende espacio y tiempo, un poder que gobierna el universo en su totalidad, un poder que es más grande que la vida y la muerte.

Más aún, este poder me conoce íntimamente y guía de acuerdo con sus propósitos: “¿Acaso un par de pajaritos no se venden por unos centavos? Pero ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita vuestro Padre. En cuanto a ustedes, hasta sus cabellos están todos contados. ¿No valen ustedes más que muchos pajaritos? Por lo tanto no tengan miedo”. Por ello, no debemos temer a nada ni a nadie en este mundo.