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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús sana al hijo de un funcionario real.

Sanador: esa es la razón por la que ha venido; eso es lo que Él es. La divinidad y la humanidad se encuentran en Jesús. Sus manos, boca y ojos, todo su cuerpo es un conducto de la energía de Dios. ¿Para qué es la energía de Dios, el propósito de Dios? Para corregir un mundo que anda mal, un mundo que sufre. A través de cada poro de su cuerpo, Jesús expresa el amor sanador de Dios.

En la historia, el ministerio de curación de Jesús expresa la intención última de Dios para el mundo. En Jesús vemos indicios de ese mundo por venir, donde no habrá más sufrimiento, ni tristeza, ni enfermedad.

Él no está esperando que el pecador, el que sufre, el marginado venga a Él. En el amor y la humildad, Él va hacia ellos. El mismo Jesús, resucitado de la muerte, presente y vivo en la Iglesia, sigue buscándonos, entrando en nuestros hogares —no espera que vayamos arrastrándonos hacia Él, sino que nos busca con amor y humildad—.