Amigos, en el Evangelio de hoy María de Betania unge los pies de Jesús con aceite perfumado, como preparándolo para el entierro.
Este gesto —usar algo tan costoso como un frasco de perfume completo— es criticado por Judas, quien se queja que, al menos, se habría podido vender el aceite y el dinero haber sido entregado a los pobres.
¿Por qué Juan usa esta historia como prefacio en su narración de la Pasión? ¿Por qué permitir que el olor de este perfume usado por la mujer flote, por así decirlo, a lo largo de toda la historia? Creo que es porque este gesto extravagante muestra el significado de lo que Jesús está a punto de hacer: una entrega radical de Sí mismo.
No hay nada calculador, cuidadoso o conservador en el actuar de la mujer. Fluyendo desde el lugar más profundo del corazón, la religión se resiste a las restricciones establecidas por una meticulosa razón moralizante (aquella que exhiben a pleno los que se quejan sobre la extravagancia de la mujer). En el momento culminante de su vida, Jesús se entregará generosa, total, e ilógicamente, y es por ello que el hermoso gesto de María es una especie de obertura a la ópera que vendrá a continuación.