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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos cuenta la parábola de los viñadores. Este es uno de los más terribles anticipos de la Cruz. En un intento final de hacer producir la viña, Dios envía a Su Hijo Unigénito, pero incluso Él es rechazado.

¿Cómo estamos hoy ocupándonos de la viña? Hemos recibido mucho de Dios, pero ¿estamos haciendo algo fructífero en el mundo? ¿Estamos respondiendo la invitación del Señor con obras de justicia, amor, paz, castidad, y respeto por los demás? ¿O estamos más o menos matando a los mensajeros?

Hay muchas formas de ver la secularidad y el relativismo contemporáneos. Un mundo secularizado es aquél que se ha vuelto intencionalmente sordo a la voz del Espíritu. San Juan Pablo II lo llamó “cultura de la muerte”. Dios, como de costumbre, nos permite sentir los efectos de nuestro pecado.

Ahora bien, nunca debemos leer el Evangelio y terminar deprimidos. El Evangelio es siempre buenas noticias. ¡Dios no nos abandona! Él convierte un signo de derrota en signo de victoria. El mismo a quien rechazamos es quien vuelve a brindarse como fuente de vida.