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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús lava los pies de los discípulos. Es una proclamación visual de un nuevo mandamiento: “Ámense los unos a los otros. Así como Yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros”. 

Cuando aceptamos este mandamiento, caminamos por el sendero de la alegría. Cuando internalizamos esta ley somos felices. Y esta es la paradoja: la felicidad nunca es función de llenarse; es la maravillosa funcionalidad de regalarse. 

Cuando la gracia divina entra en nuestras vidas (y todo lo que tenemos es resultado de la gracia divina), la tarea es pensar la forma de convertirla en un regalo. En cierto sentido, la vida divina, que sólo existe en forma de regalo, solo se puede “tener” al vuelo, sobre la marcha. 

Observen por favor que debemos amar con un amor propiamente divino: “Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre”. Radical, radical, radical. Completo, excesivo, exagerado.