Please ensure Javascript is enabled for purposes of website accessibility

Amigos, en el Evangelio de hoy la gente pregunta a Jesús por qué sus discípulos no ayunan. Les responde que, como los invitados a una boda, ellos no ayunarán mientras Él, que es el Esposo, esté con ellos. Pero “llegará un día en que les arrebaten al novio y entonces ayunarán”.

¿Por qué ayunamos? Porque tenemos hambre de Dios, que es el hambre más profunda. Hemos sido creados con la capacidad de tener acceso a ese hambre. Hemos sido creados con la capacidad de sentirla para que nos guíe hacia Dios. Todo maestro espiritual reconoce el peligro de que, si permitimos que el hambre superficial de nuestras vidas domine, nunca alcancemos el hambre más profundo.

Thomas Merton observó una vez que nuestros deseos de comida y bebida son algo así como niños pequeños en su persistencia y tendencia a dominar. A menos que estos deseos sean disciplinados, torcerán las funciones del alma para hacerla obtener sus propósitos.

Y el ayuno es una forma de disciplinar el hambre de comida y bebida. Es una manera de calmar esos deseos no respondiendo a ellos inmediatamente, para que surjan los deseos más profundos. A menos que ayunes, nunca te darás cuenta de lo hambriento que estás de Dios.