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Amigos, el Evangelio de hoy habla de la tentación del Señor en el desierto. Después de cuarenta días de ayuno en el desierto (evocador de los cuarenta años de Israel errante en el desierto), Jesús se encuentra con el diablo, que procede a atraer al Mesías al camino del pecado. Su sacrificio implicará llegar a batallar contra el pecado de cerca, su voluntad, por lo tanto, de ser atraído por su poder, de someterse a su dominio. 

Satanás primero lo tienta con el placer sensual: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. Una de las formas más elementales de disfuncionamiento espiritual es hacer que la satisfacción del deseo sensual sea el centro de la vida. Jesús responde: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. 

Jesús entra, a través de la identificación psicológica y espiritual, en la condición de la persona atraída por este pecado, pero luego logra resistir la tentación y retorcer esta perversión de vuelta hacia la rectitud.