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Amigos, el Evangelio de hoy relata la noche después de la Resurrección cuando el Señor se les apareció a los discípulos y saludó, diciéndoles: “La paz sea con ustedes”.

Según los relatos Evangélicos, el Jesús resucitado realiza dos cosas: muestra sus heridas y pronuncia palabras de paz. Las heridas de Jesús son un recordatorio continuo y saludable de nuestros pecados. El autor de la vida apareció entre nosotros y lo matamos, y esto contradice cualquier intento de auto-justificación o exculpación.

Pero el Señor resucitado jamás nos deja en la culpa, sino que pronuncia la palabra “Shalom”, que es paz. Y esta es la paz que el mundo no puede brindar, porque es el Shalom que viene del corazón de Dios.

En su carta a los romanos Pablo dijo: “Tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor”. ¿Cómo sabe esto Pablo? Él lo sabe porque matamos a Dios, y Dios regresó con un amor que perdona. Él lo sabe porque los enemigos de Israel han sido derrotados.