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Amigos, debemos prestar atención a la profundidad mística del Evangelio de hoy. Al amanecer, los discípulos ven una misteriosa figura en una orilla lejana que les grita: “Hijos, ¿acaso tienen algún pescado?” Cuando responden negativamente, Él les indica que echen la red sobre el lado derecho de la barca. Cuando lo hacen, consiguen pescar una gran cantidad de peces.

Esta expedición de pesca es un símbolo de la Iglesia (la barca de Pedro), a través del espacio y el tiempo, en la tarea apostólica de buscar almas. La vida y obra de la Iglesia, nos dice Juan, será una larga lucha hasta el crepúsculo, un arduo trabajo que a menudo nos parecerá tener poco o ningún fruto. Pero después de la larga noche, al amanecer una nueva vida y orden irrumpirán, un mundo transfigurado es inaugurado por Jesús. La pesca de los peces que Él hace posible son en realidad todas las personas que Cristo reunirá para Sí mismo; es el nuevo Israel, la Iglesia escatológica.

Esto lo sabemos a través de un sutil simbolismo. Cuando los peces son llevados a tierra, Juan se molesta en decirnos cuál es su número exacto, 153: una cantidad que en el mundo antiguo era comúnmente considerada para indicar el número total de las especies de peces del mar conocidas.