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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos muestra la autoridad que posee sobre la naturaleza cuando camina sobre el mar. El agua es, a lo largo de las Escrituras, un símbolo de peligro y caos. Al principio de los tiempos, cuando todo carecía de forma, el Espíritu del Señor se cernía sobre la superficie de las aguas. Esto nos indica el señorío de Dios sobre los poderes de las tinieblas y el desorden. 

En el Antiguo Testamento, los israelitas escaparon de Egipto y se enfrentaron a las aguas del Mar Rojo. A través de la oración de Moisés, pueden caminar en medio de las olas. 

Ahora, en el Nuevo Testamento, podemos encontrar este mismo simbolismo. En los cuatro evangelios, hay una versión de esta historia donde Jesús domina las olas. El barco, con Pedro y los otros discípulos, evoca a la Iglesia, que son los seguidores de Jesús. Se mueve a través de las aguas, como la Iglesia se moverá a través de los tiempos. 

Inevitablemente surgirán todo tipo de tormentas: caos, corrupción, estupidez, peligro, persecución. Pero Jesús viene caminando sobre el mar. Esto tiene como propósito afirmar Su divinidad pues, así como el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas al principio de los tiempos, así Jesús se cierne sobre ellas ahora.